( Del libro El Poder del Yo, de Moshe Feldenkrais)
El cuerpo tiene que adaptarse para afrontar todas las excitaciones, sean agradables o desagradables. Nos hace falta preparar de alguna manera la cavidad abdominal y la respiración antes de poder afrontar que nos hagan cosquillas, nos columpien y nos giren. Si este aprendizaje no es demasiado brusco, la reacción del cuerpo se hace cada vez más automática, implicándo cada vez menos respuesta sentimental. Luego aprendemos a dominar las reacciones del cuerpo hasta poder experimentar placer en que nos giren o nos columpien, según como preparemos el cuerpo en cada momento.
De adultos la expectativa de una sensación intensa sigue haciendo que tensemos los músculos abdominales y contengamos el aliento, porque esto ayuda a frenar la aceleración del pulso y las demás reacciones desagradables del cuerpo en tales casos. Nos defendemos así contra la exagerada intensidad de la sensación, agradable o desagradable. Si la sensación esperada es desconocida, inexperimentada, tensamos el cuerpo lo suficiente para poder arrostrarla y disponernos a recibir la mayor intensidad posible.
De esta manera, aprendemos a afrontar en la vida la mayor parte de los acontecimientos . Las sensaciones experimentadas, conocidas y repetidas a menudo se hacen habituales. Al final dejamos de prepararnos a ellas: no tensamos los músculos más de lo necesario para cumplir la acción pretendida y no contenemos la respiración. Pero las sensaciones que no hemos aprendido a afrontar, las que hemos aprendido mal y, más importante, las inesperadas o inexperimentadas siguen provocando una tensión corporal compulsiva. Esta tensión se forma por la expectativa de un placer intenso o de un dolor intenso. En un caso u otro, el cuerpo se encuentra en estado de angustia. Es una angustia que se presenta en toda acción forzada y aparece antes de que podamos remediarlo. Debiera ser objeto de la educación eliminar estos estados compulsivos y ayudar a adquirir la capacidad de acción potente, esto es, poder dominar las exitaciones del cuerpo y obrar como en el caso de la acción natural. La clara comprensión del mecanismo general y la historia personal de cada caso individual, más el necesario saber gobernarse, serán de gran provecho para preparar unas condiciones satisfactorias de maduración.
(Ilustración de Matías Rojas: «Presencias»)