
Patricia Bustos Roa
Como kinesióloga, he recibido durante muchos años, y aún es así, derivaciones a tratamiento kinésico que indican, además de fisioterapia, ejercicios de fortalecimiento o elongación de diversos grupos musculares; sin embargo, en escasas ocasiones tales indicaciones incluyen la reeducación postural. Pues bien, sucede que esta es la principal herramienta para alcanzar una real recuperación en la mayoría de las situaciones de dolor.
Los síndromes dolorosos músculo esqueléticos generalmente están relacionados con un mal uso que hacemos de nosotros mismos, ya sea en la vida diaria, en acciones laborales o en nuestras rutinas deportivas. Por lo tanto, si el tratamiento se orienta exclusivamente a tratar la disfunción muscular localizada, perdemos la oportunidad de conocer el origen de la manifestación dolorosa y, por lo tanto, difícilmente podremos encontrar una solución que sea efectiva y permanente.
El dolor y la incapacidad funcional suelen ser una respuesta defensiva de nuestro organismo ante un mal uso y abuso de nuestro cuerpo, un maltrato que con frecuencia es producto de un estilo de vida, del estrés al que nos hemos acostumbrado, del manejo de emociones que llegan a hacerse crónicas; en suma, tiene que ver con hábitos que alteran nuestras funciones vitales.
Una alteración funcional mantenida en el tiempo va dañando las estructuras, las rigidiza y las conduce a la artrosis, acelerando el proceso natural de deterioro. Es así como un uso inadecuado de los pies daña los tobillos, las rodillas, también las caderas e incluso puede ser el origen de muchos síndromes dolorosos de columna; la rigidez en las dorsales y la disminución de la rotación de las costillas puede ser el origen de un daño estructural en rodillas y caderas. Las alteraciones en la mandíbula, qué duda cabe, suelen estar interrelacionadas con cervicalgias, cefaleas y vértigo. Es más, las alteraciones en la función respiratoria pueden estar en el origen de una gran cantidad de alteraciones estructurales.
Todas aquellas alteraciones funcionales suelen ser la dolorosa expresión de una búsqueda que realiza nuestro sistema nervioso, tratando de encontrar la forma de continuar con nuestras funciones vitales, y es así como en ese proceso vamos compensando, encontrando recursos de movimiento que son inadecuados (cojear, disminuir rangos de movilidad, rigidizar, etc.), que luego pueden convertirse en hábitos y finalmente provocar un daño estructural.
El trabajo con el Método Feldenkrais es una propuesta de aprendizaje sobre nuestros hábitos, la disposición a reencontrarnos con posibilidades de movimiento que permitan una relación de armonía con la fuerza de gravedad. De esta manera, podemos ir encontrando en nuestro esqueleto una estructura de sostén en que las partes se relacionan entre sí a través de la función de movilidad de nuestro sistema miofascial y de la coordinación neuromotora. Usamos para ello recursos de aprendizaje tales como restricción, diferenciación e integración de diversas estructuras miofasciales. Es decir, hacemos del sistema nervioso nuestro recurso.
Todas nuestras funciones vitales se expresan en movimientos, vivimos en un cuerpo en movimiento (el 60 % de las neuronas de nuestro sistema nervioso están relacionado con la función motora). Por lo tanto, si aprendemos recursos para mejorar nuestra función motora, probablemente mejoraremos nuestra vida y, de seguro, evitaremos daños estructurales que, en general, consideramos habitualmente parte del “envejecimiento”.
En el Método Feldenkrais usamos el termino Actura en vez de Postura, pues aquel es un término que se adecua más al cuerpo en movimiento.
¿Crees que tu postura pueda estar relacionada con tus molestias o dolores?
¿Has notado si el estrés y la ansiedad aumentan tus dolores?
¿Te parece posible encontrar solución a tus molestias y dolores músculo esqueléticos aprendiendo de tus hábitos y mejorando tu actura?