
Patricia Bustos Roa
Este artículo que hoy escribo es una reflexión surgida en las clases de Autoconciencia a Través del Movimiento (ATM®), acerca del gozo, de la sensación de moverse y sentir el placer del cuerpo en movimiento, tal como lo manifestaron al final de una clase l@s alumn@s, y también del gusto que yo experimento al ver en el transcurso de las clases cómo su entrega al movimiento va convirtiéndose en una experiencia de aprendizaje en el placer.
Como kinesióloga, atiendo a personas a quienes ayudo a rehabilitarse de un dolor o una enfermedad; son personas cuya motivación a prestarle atención a su cuerpo ha sido el dolor. Ahora bien, como profesora de Feldenkrais, el abanico de alumn@s es más diverso, pues si bien es cierto, muchas personas acuden por un dolor, hay quienes quieren aprender del Método para aplicarlo en sus propias disciplinas y quieren mejorar el uso de sí mism@s en su quehacer cotidiano. Lo cierto es que, tanto durante las sesiones privadas como en las clases y talleres, experimento el placer de observar cómo las personas van liberando su cuerpo, abandonando sus limitaciones y adquiriendo una energía vital que les hace fluir y gozar del movimiento.
Normalmente no sentimos nuestros órganos, vísceras y glándulas, a menos que, claro está, nos duelan. Esto también suele pasar con zonas de nuestro cuerpo: la espalda, los hombros, la mandíbula, que se nos hacen presentes a través del dolor, de la tensión, porque la tensión es causa de dolor.
¿Pero de donde viene aquella tensión? Surge de nuestra manera de hacer con nosotros mismos, de contenernos, de rigidizarnos. La tensión es la respuesta habitual a aquellas demandas del medio frente a las que no sabemos cómo responder.
En mis clases invito a l@s alumnos a contactarse con su niñ@ interior, a moverse con esa curiosidad, con la libertad de un niño que explora y disfruta de la experiencia del aprendizaje. Los niños no se limitan en sus expresiones: saltan gritan de alegría, lloran si están tristes, patalean de rabia. Ya siendo adultos, aprendemos a modular las expresiones, a actuar de acuerdo a un cierto «deber ser», a enjuiciarnos a nosotros mism@s y a los demás. El problema no radica en «controlar» o no nuestras emociones y sentimientos, sino en la forma en que nos socializamos, siendo la más auto-agresiva la pura contención.
Los adultos hemos aprendido a suprimir las expresiones emocionales o a fingir y disimular cuando se nos enseña a ser «buenos» , a no expresar la ira o el enojo, pero igual lo sentimos… hasta que de pronto, producto de un aprendizaje en la contención, ya «no lo sentimos». Se nos impone no sentir temor… «debes ser valiente»; no enojarse… «debes ser alegre»; no ser egoístas… «debes ser generoso». El verdadero desafío es hacernos sujetos de nuestros propios procesos de relacionarnos con el mundo y con los demás.
Lograr la libertad interna, implica darnos cuenta de nuestras compulsiones, de nuestras tensiones y juicios, de nuestra limitaciones. «La salud emocional consiste en la capacidad para aceptar la realidad , no para huir de ella», señala Alexander Lowen. En las clases de ATM exploramos nuestra posibilidades de movimiento, podemos conocer nuestros hábitos motrices y también atrevernos a explorar «esos» otros hábitos que nos limitan para expresarnos en plenitud, es un trabajo de autodescubrimiento que nos ayuda a mejorar los procesos corporales permitiendo liberar nuestra capacidad de sentirnos y de expresarnos. Podemos darnos cuenta cómo hacemos lo que hacemos.
Nuestra base de realidad es el cuerpo, cuando nos contactamos con el sentir nos contactamos precisamente con el cuerpo, y la Autoconciencia a Través del Movimiento puede llegar a ser una meditación en movimiento, en que con sutileza y entusiasmo vamos explorando nuevas posibilidades, abriéndonos a nuevas sensaciones o tal vez recordando la espontaneidad y la vitalidad que de niñ@s tuvimos.
Cuando disfrutamos del movimiento, este es gracioso, fluido, vivaz, es una energía que involucra a todo el cuerpo, no hay tensión, la respiración esta libre, el movimiento es la expresión de una sensación de libertad interior, de una coherencia entre la intención y la acción.
Sentir la vitalidad del cuerpo y el arraigamiento es una sensación placentera que libera la respiración, hay una sensación de gozo en la entrega a la liberación del cuerpo en movimiento y la recompensa es inmediata… te ves y te sientes dueñ@ de ti mism@.
Excelente!!!
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Gracias Maby, se me había pasado tu comentario. Ese post lo escribí desde mi propio placer
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