Cuando estoy ocupado en el mundo, cuando las cosas me demandan, cuando las urgencias parecen venir desde los hechos mismos, mi conciencia está volcada sobre lo que me rodea, permanezco atento a las señales que viene desde mi “exterior” y hechos cuya existencia no nacen de mi voluntad capturan mi atención. Todo el peso de lo que denominamos “la realidad” pareciera en esas circunstancias no depender en absoluto de mi subjetividad: espero el metro con nerviosismo porque voy justo “a la hora” a una reunión, apuro mi paso hacia el banco pues pronto cerrará sus puertas, pongo atención a las instrucciones en el aeropuerto pues de ello depende no equivocar la puerta de embarque, tomo nota de los documentos que debo presentar para un trámite, etc. Cotidianamente la conciencia pareciera ser un espejo que “refleja” la realidad que proviene de las cosas.
A este modo de ser de la conciencia Edmund Husserl lo denominó “actitud natural”. No se refería con esta expresión a que la conciencia tuviese por naturaleza que subordinarse al peso que representa la realidad que la rodea, sino al hecho de que nuestra conciencia espontáneamente se vuelca sobre el mundo. Es decir, si no intentamos reflexionar nuestros actos, poner en cuestión las jerarquías que nos orientan en el mundo, tomar distancia crítica de lo que nos parece demasiado evidente, entonces la conciencia se dirigirá espontáneamente hacia lo que se le aparece y la exige desde el entorno. Pero la conciencia puede reflexionar sobre sus propias formas de organizar el mundo en el que vive, volverse sobre sí misma y darse cuenta de que si el mundo la exige en tal o cual dirección, ello se debe que es la misma conciencia la que le ha concedido al mundo esa organización.
Volvamos al andén en el metro. Dos amigas conversan, se ríen, dejan pasar los trenes sin importarles; cerca de ellas un hombre medita ensimismado, también deja pasar los trenes, pero su actitud es de pesar; un poco más allá una mujer mira su reloj impaciente; a pocos metros de ella un joven intenta con cierta desesperación encontrar un número en su celular… todas estas personas comparten el mismo mundo material concreto, pero sus cuerpos e intereses habitan organizaciones distintas de la existencia. No vivimos en medio de lo “en sí” de las cosas, sino en el universo que hemos construido y organizado. De vez en cuando podemos suspender nuestra “natural” vocación hacia el peso de lo exterior, y regresar a ese taller de mundos posibles que es la conciencia. No podemos modificar a nuestro antojo las estructuras que venimos elaborando durante años –esto no es la película “The Matrix”-, pero sí podemos comenzar a restarle al mundo su “natural” prepotencia, y revisar las elecciones y valoraciones a las que inadvertidamente confiamos nuestra existencia.
Sergio Rojas
Filósofo-Acádemico Universidad de Chile