
El año comienza en marzo. Siempre he pensado que el abrazo y los buenos deseos debieramos dárnoslos en marzo y tal vez más que nunca este año debiera ser así, para encontrar caminos de solución. Cultivar la empatía, la generosidad y la sensibilidad para ponernos en el lugar del otro reconociendo allí a un ser humano, a un igual.
Trabajo desde un Método en el que la búsqueda de la autoconciencia es la herramienta que nos permite acceder a un cambio en nuestras maneras de percibir, sentir, pensar y hacer.
A mis clases y talleres acuden mayoritariamente mujeres de variadas ocupaciones, profesiones y actividades. En mi formación profesional éramos 50 personas de las cuales 45 éramos mujeres y creo que esto no es casual. Pienso que en el mundo en que hoy vivimos, las mujeres damos mayor importancia al desarrollo personal, a la búsqueda de caminos que conducen hacia el autoconocimiento.
Creo no equivocarme si aventuro la idea de que somos las mujeres quienes más asistimos a diversas terapias, cursos, clases, talleres; somos buscadoras innatas.
Nos comunicamos entre mujeres desde el sentir, nos permitimos emocionarnos, llorar, ser vulnerables.
Para los hombres la cultura patriarcal les ha impuesto el deber ser fuertes, no llorar, no mostrar debilidad y esto es una pesada carga para ellos y que los hace estar siempre mostrando (o aparentando) logros y fortalezas. La figura del macho ganador y esta supeditación al logro esta en el origen del individualismo competitivo que nos deshumaniza.
Darle importancia a la evolución de nuestra conciencia, a los procesos que nos hacen mejorar nuestra condición de humanidad, nos permite acceder a un nivel de desarrollo personal que implica sabiduría.
El sólo hecho de estar presentes en la respiración posibilita introducir un momento de calma y de atención en el momento presente, lo que suele ser correctivo y un paso hacia el cambio. Y es que la capacidad de darnos cuenta de nuestras sensaciones, percepciones, pensamientos y estado de nuestro cuerpo es ese chispazo que llamamos conciencia y que nos ilumina.
Cuando tomamos contacto con nuestras sensaciones nos recuperamos como sujetos, podemos volver a la calma, comprender nuestros pensamientos -a veces prereflexivos o perjudiciales-, nos permite darnos cuenta de hábitos destructivos que no permiten aflorar caminos diferentes a nuetra forma de hacer y de relacionarnos con l@s demás .
El autoconocimiento transforma la relación con nuestras emociones, percibimos que el miedo nos paraliza, que la rabia, por muy legitima que sea, es primero autodestructiva y la violencia consecuente a esta rabia nos lleva a un odio deshumanizador.
Recuperarnos en nuestra capacidad de ver las cosas en su conjunto y captarla en su contexto es
cualidad de una mente serena y un corazón cálido.
Si no damos importancia a la evolución de nuestra conciencia, si no emprendemos la tarea de mejorar nuestra condición de humanidad, el desastre nos espera a la vuelta de la esquina.
¿ Qué podemos aprender de esto?
¿ Cómo cambiar?
La cultura patriarcal ha sido fuente de sufrimiento, exclusión y opresión de las mujeres (y también ha creado las condiciones para la esclavitud, el clasismo, el racismo y muchas otras formas de deshumanización). Veo hoy en el movimiento feminista la oportunidad de cambiar un orden de violencia y discriminación y de construir un mundo diferente, más justo, teniendo como objetivo no sólo la autonomía y la igualdad en todos los ámbitos (en que la democracia sea, más que un procedimiento, una forma de vivir), sino también la construcción de un mundo en el que sea un fin esencial el desarrollo humano respetuoso del medio ambiente y de las otras formas de vida.
Creo que el Movimiento Feminista tiene hoy la oportunidad de convertirse en un verdadero motor de cambio. La sororidad hace posible la coexistencia entre quienes luchan por poder decidir si quieren ser o no ser madres (demandando el derecho un aborto libre y seguro) y quienes desean proteger la infancia. Las mujeres tenemos el deber de protegerla y clamar porque la niñez sea una etapa de la vida protegida por toda la sociedad… si no somos nosotras, ¿quién lo hará? Pienso que si el movimiento social del año 2006 hubiese sido liderado por mujeres que exigían salas cunas, protección a la infancia en riesgo social, y educación básica de calidad, y lo hubiesemos logrado, muchos de esos niñ@s hoy estarían en condiciones más igualitarias para acceder a estudios o condiciones que les permitieran realizar sus sueños.
Tengo la convicción de que, en la especie humana, las mujeres vamos un paso adelante en el proceso de evolución de nuestra conciencia y podemos lograr el efecto de contagio de ello, avanzar hacia una moral de no hacer daño, de ver al otr@ como un ser humano sintiente y sufriente, reconocer en el otr@ una humanidad que nos permita ser solidari@s en la miseria y en la alegría de la vida.
Este 8 de marzo démosle la bienvenida al año con el sello de un abrazo feminista.