Patricia Bustos Roa
Todos conocemos la sensación de ansiedad, sabemos que estamos ansiosos porque la respiración es superficial, tal vez entrecortada y sentimos que nuestros músculos están agarrotados, especialmente los de cuello y espalda. Es como si corriéramos tras algo inalcanzable, que se nos escapa y la parte posterior de nuestro cuerpo nos quiere retener.
Nuestros pensamientos son atolondrados y saltamos de una idea a otra, es como si nuestra cabeza estuviese en ese momento desconectada de nuestro cuerpo, perdemos por completo las sensaciones del cuerpo.
Estando, ansiosos es posible que permanezcamos en posturas absolutamente incomodas: cabeza adelantada, hombros elevados, espalda redondeada, y con los pies sin apoyo o permanecemos apoyados en las puntas de los pies y las piernas hacia atrás. ¿Te parece familiar esta postura?
Al perder las sensaciones del cuerpo, no nos damos cuenta de ese dolor incipiente entre los omóplatos, en la base del cuello, los hombros y la cintura. Todo esto es porque permanecemos en situación de estrés, con nuestro sistema simpático activado y no escuchamos las alarmas de cansancio y dolor. Escribí antes un artículo sobre este tema: https://cuerpoenmovimiento.com/2017/08/27/el-dolor-un-mensaje-del-cuerpo/#more-3037
En nuestra «cultura» de productividad al 100 % el ocio y la lentitud son mal vistas, nos hemos acostumbrado a que el esfuerzo y la rapidez son sinónimos de eficiencia y que van aparejado con el progreso. En la actividad física desde niñ@s nos resuena el lema: «sin dolor no hay ganancia».
Cuando vivimos en situación de estrés permanente, la ansiedad es la sensación que nos acompaña a lo largo del día, el cerebro no deja de enviarnos señales que nos advierten que trabajamos demasiado o que no nos damos tiempo para el ocio, pero no las escuchamos pues en cierto modo “esos dolores” ya son nuestros. Vivir con tensión es nuestro hábito, y entonces ponemos en riesgo nuestra salud trabajando mucho para comprar cosas que no necesitamos o que no tenemos siquiera tiempo para disfrutar.
Cuando la musculatura se mantiene en tensión, disminuye la propiocepción que es ese sentido que nos permite percibirnos, organizarnos y darnos cuenta de cómo estamos en el aquí y ahora.
Si observas o haces una clase de Autoconciencia a Través del Movimiento (ATM), tal vez tengas la sensación que «no se hace nada», pues son movimientos muy pequeños y lentos.
Es una investigación de tus posibilidades de moverte con placer y sin esfuerzo, reduciendo el esfuerzo muscular para organizar, poco a poco, todos tus sistemas, diferenciando con precisión todo lo que haces, y puedes llegar a hacer movimientos insospechados; tomando conciencia de todos los aspectos que se involucran en el “cómo haces lo que haces”. El movimiento se convierte en una vía de acceso a aspectos desconocidos de tí involucrados en la propia organización física
Moshe Feldenkrais afirmaba que el cerebro adulto tiene un enorme potencial de aprendizaje, e investigó sobre las condiciones que hacen posible que una persona aprenda más fácil y eficientemente. Encontró la respuesta en la ley de Weber-Fechner que establece que hay una proporción constante entre la magnitud de un estímulo y el cambio necesario que se debe producir en dicho estímulo para que una persona perciba una diferencia. Vale decir, cuanto mayor es la intensidad de un estímulo mayor es el cambio necesario para notar la diferencia, este es el fundamento para que en las ATM la búsqueda sea orientada por hacer menos, con placer y sin esfuerzo… una invitación al ocio.
Los estudios en neurociencias nos revelan que el estado de reposo es necesario para la creatividad y la salud del cerebro. Investigaciones muy recientes han confirmado la existencia de una Red Neuronal de Reposo: el cerebro despliega una enorme actividad cuando no hacemos nada. Se le ha equiparado a la Energía Oscura del universo.
Fue en una tarde de 1869 que el científico Ruso Dimitri Mendeléiev, agotado después de un obsesivo e ininterrumpido trabajo intentando resolver la Tabla Periódica de los Elementos, se quedó dormido sobre su escritorio. Fue entonces que soñó la adecuada organización de la Tabla e inmediatamente al despertar la transcribió en un papel. Si nosotros nos entregamos al ocio, nuestro cerebro no lo hace, sino que, al contrario, tiene la posibilidad de realizar más conexiones y trabajar más que cuando corremos por ir diez pasos más adelante.
Cuando la ansiedad nos domina y corremos con dolor tras ese algo inalcanzable, pensemos si, como Bartleby, podemos decir: “ preferiría no hacerlo”.